Soneto al monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Estas eternas hiladas de sillares
que sobrios bronces y mármoles severos
encierran, sin dejar de ser austeros,
sus infinitos muros seculares.
que sobrios bronces y mármoles severos
encierran, sin dejar de ser austeros,
sus infinitos muros seculares.
Y estas estancias mil cuadrangulares,
lúgubres para espíritus ligeros,
hácense callados mensajeros
del alma que soportan sus pilares.
lúgubres para espíritus ligeros,
hácense callados mensajeros
del alma que soportan sus pilares.
Cuando ante ti, sagrado monumento,
mi planta paro y siento tu grandeza,
nunca jamás cansado de mirarte,
mi planta paro y siento tu grandeza,
nunca jamás cansado de mirarte,
de la tierra en la que posas tu cimiento,
no el imperio lloro, ni la fuerza,
sino el alma que supo levantarte.
no el imperio lloro, ni la fuerza,
sino el alma que supo levantarte.
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